sábado, 22 de diciembre de 2012

El parpadeo del arbolito...


Hacía mucho que no me tocaba la tarea de "armar el arbolito"...
Esta tarde lo hice con mi hermano Julio Cesar. Mi hermana Ana Cecilia era quien se encargaba de esa tarea en años anteriores, pero al no estar ella este año tras dar a luz a mis sobrinos Ramiro y Mauricio, pensé que acaso no lo haríamos. No me preocupa demasiado, a la Navidad tiene sentido si se recuerda a Jesucristo y no so mantenemos las tradiciones culturales, pero a instancias de mi padre lo hicimos, y ahora me alegra haberlo hecho. Viéndolo parpadear en la penumbra del living se me amontonan recuerdos y emociones de diciembres pasados...
El árbol de Navidad de este año es un compendio de objetos que cargan con mucha historia dentro de mi casa y me parece muy pertinente. El árbol en si es mediano, y es el primer árbol artificial que tuvimos (antes conseguíamos una rama de pino) y fue un regalo de Robert y Deborah Nichols, si mal no recuerdo. Esos años fueron difíciles en mi casa, de mucho sacrificio. Me viene el recuerdo de mis primeros trabajos vendiendo diarios y de cómo llegué a considerar una manzana que compré con los pocos pesos que ganaba en ese trabajo como un lujo que me podía dar, nunca una manzana me supo tan deliciosa como esa.
Las luces que parpadean ahora son otra historia, algunas de esas lámparas tienen casi tantos años como yo y han acompañado a mi familia desde que tengo memoria, me hablan de mi infancia, de los años de escuela y de jugar despreocupádamente, de inocencia y dulce ignorancia de los males de este mundo.
Los adronos del árbol engloban varias épocas. Hay un solo globito de vidrio: azul, con restos de hilo de otras navidades, ya desgastado por el tiempo, el solo sobreviviente de nuestra colección original, aún recuerdo la reverencia que me generaban aquellos hermosos y delicados globos de colores, brillantes y orgullosos colgando de las ramitas del árbol a una altura que aseguraba su destrucción si tocaban el suelo, como una especie de metáfora acerca de nuestras metas y sueños. Muchos adornos brillantes de plástico lo acompañan, muchos de los cuales pertenecían originalmente a Truman y Carol Chatman, ellos son los misioneros que me hablaron de Cristo y gracias a los cuales llegué a aceptarlo como Señor y Salvador, ellos además dejaron muchas cosas, en especial muchísimos libros en inglés que pueblan las bibliotecas de casa, en esos libros yo comencé a aprender inglés por mi cuenta, armado de curiosidad, el magro inglés que nos enseñan en el liceo y un diccionario de inglés-español. El puntero del arbolito es una estrella dorada, pero en mi infancia solía ser un puntero de vidrio moldeado que se fue quebrando paulatinamente, hacia el final sólo quedaba un pedazo de la punta. Nunca lo reemplazamos, hasta hace poco tiempo el precio de los adornos era prohibitivo para mi familia.
Finalmente el pesebre. una inspección a las piezas develará que no son todas del mismo juego. El niño Jesús, María, José y una vaca pertenecen a un juego que solía ser de mi abuela paterna y que probablemente sean las piezas más viejas de todo el conjunto. Mi abuela nos regaló ese pesebre a nosotros cuando ella compró un juego nuevo. De un estilo suave y redondeado, contrastan bastante con las demás piezas, más realistas en su estilo, pero yo las encuentro muy apropiadas, no solo porque llaman inmediatamente la atención, sino porque me recuerdan fuertemente a mi abuela, las tardes en su casa. Durante mucho tiempo vivimos en el mismo terreno con mis abuelos y yo tenía un fuerte vínculo con mi abuela, pero una fuerte discusión llevó a mis padres a mudarse. Durante años las relaciones entre ellos fueron tensas, y como si de un divorcio se tratase, mis hermanos y yo visitábamos a mis abuelos los sábados de tarde. Nunca entendí con exactitud cual fue el desencadenante de la ruptura, pero se mantuvo hasta poco tiempo después del nacimiento de mi hermano menor Julio Cesar, tras lo cual mis padres y mis abuelos comenzaron a sanjar sus diferencias, pero algunas secuelas quedaron: yo nunca más sentí alegría desbocada en las fiestas, sino que en cada diciembre siento un dejo agridulce en el corazón. Si hay algo por lo que estoy agradecido a Dios es por que en los últimos años de vida de mi abuela, ella pasó las fiestas en nuestra casa. Todas las piezas evidencian el paso del tiempo sobre ellas, a algunas les faltan algunas partes, lo cual se nota en especial en el único camello, al que le falta la cabeza, pero que paradójicamente no se nota demasiado, porque la zona de la rotura tiene aplicada una generosa mano de témpera marrón. Años atrás, armados de pincél y de las témperas que usábamos en el liceo, le dimos una mano renovadora a las piezas de nuestro pesebre, razón por la cual el ángel, por ejemplo, presenta una apariencia tan brillante, con su túnica celeste haciendo un perfecto contraste con las alas bien blancas, en algunas piezas aún se pueden ver manchones blanquicientos donde la témpera no cubrió correctamente el barniz original.
No me atrevo a mencionar nada sobre las guirnaldas... tan viejas que no llego a entender cómo aún existen, si cada vez que desarmábamos el árbol (mediando febrero...) barríamos innumerables pelitos brillantes que se les arrancaban al sacar las guirnaldas del árbol, junto con las miles de ramitas secas de pino que ya comenzaban a hacerle la vida imposible a mi madre.

Mientras recuerdo todo eso y mucho más, las lamparitas siguen parpadeando silenciosamente, formando patrones en la penumbra, reflejándose sobre los adornos, iluminando el living de a momentos. Y yo me quedo como hipnotizado viéndolo, mientras por dentro mio también parpadean los recuerdos.


Feliz Navidad!!