jueves, 2 de junio de 2016

Un golpe sincero

Hace tiempo, cuando empezaba mi adolescencia, yo llegué a una conclusión muy personal. Tan personal era esa conclusión, tan profundo fue mi convencimiento acerca de lo acertada que resultaba, que asumí que sin lugar a dudas, esa era La Verdad.
Así, en mayúsculas, La Verdad. La Verdad que engloba a toda otra verdad, La Verdad que permite estar de pie ante la duda y enfrentarla, La Verdad que debería ser suficiente para todos, y ante la que todos deberían postrarse. Así viví muchos años.
En mi mente y en mi corazón me convencí de que estaba en lo correcto, que el camino que yo seguía, o decía seguir, era el único posible si se deseaba mejorar el mundo. Descartaba toda otra posibilidad, y no lo hacía con maldad hacia nadie. Yo honestamente deseaba que todos pudiéramos encontrar paz de esa manera, encontrando ese convencimiento que yo encontré, conociendo esa Verdad y escalando a lo que yo creía, era un nuevo nivel de humanidad.
La realidad no era tan sencilla.
Me reuní con gente que compartía el mismo ideal, que abrazaba la misma Verdad. Estudiamos juntos, meditamos mucho, hicimos eventos, hablamos a la gente, incluso aparecí en la televisión. Y no pasó mucho tiempo hasta que comencé a ver que en realidad, mis ideales y mi Verdad no eran exactamente iguales a los de mis compañeros. A lo lejos, si, se veían muy similares, pero cuando los observaba en detalle surgían las diferencias. A veces apenas tonalidades, otras veces rudos contrastes. Pero la prueba estaba ahí: lo que yo concebía como Verdad no era universal. Yo estaba forzando en los demás mi propia percepción de la realidad y de cómo yo quería que fuera.
Pasado el tiempo he conocido a otras personas, algunas con ideas absolutamente diferentes que las mías, y he visto con sorpresa cómo al observarlo en detalle, surgen puntos en común, tonalidades semejantes, coherencias inesperadas, aún cuando el conjunto sea diametralmente opuesto.
Esa conclusión me golpea duro cuando observo actos de intolerancia, en especial cuando los juzgo, ¿no estaba yo del otro lado antes? ¿no fui yo el intolerante, el que quería establecer su propia visión en la mente de los demás? ¿no lo hacía de forma sincera, acaso?
Yo no deseaba causar daños a nadie, mis objetivo era ayudar a mejorar el mundo en el que vivía, y lo hacía de la forma que conocía. Pero no me cabe ninguna duda de que yo, en ese intento y en mi ingenuidad, ofendí, lastimé y violenté a otras personas. Fui intolerante y fui cerrado de mente y no es algo que es fácil de admitir. Porque pienso en el daño que causé, pienso en las personas a las que lastimé con una cara sonriente y la conciencia tranquila. Yo pensaba que demostraba amor, y en realidad demostraba otra cosa.
Digo "fuí", pero no estoy tan seguro. El mundo que habitamos no es tan sencillo como para modelarlo con solo una idea, como para abarcarlo con solo una verdad salida de una mente humana, pero sigo intentando hacerlo. Deseo, como todo ser humano, que mis ideas sean reconocidas, y para ello las confronto con otras, igualmente válidas, pero muchas veces incompatibles con las mías, y es inevitable la confrontación. Y no puedo evitar pensar que yo sigo teniendo razón, que mi verdad sigue siendo La Verdad, cuando solamente es una interpretación parcial que se modificará con e tiempo y las circunstancias. Porque es difícil no creer en una idea, o un conjunto de ideas, y ser sincero en esa actitud, sin suponerlas superiores, mejores, más adecuadas.
Es muy fácil decir que uno es tolerante y de mente abierta, es difícil, o acaso imposible, serlo de verdad. Porque eso implica admitir que uno esta, en cierto modo, equivocado todo el tiempo, y que mi visión de la realidad es tan solo un reflejo momentáneo en una pequeña faceta de ella, y que no puedo llegar a abarcarla o a comprenderla en su totalidad.
Sigo convencido de aquella verdad que conocí cuando comenzaba mi adolescencia, solo que ahora entiendo que solo es la forma en que yo comprendí un aspecto de la realidad, pero la duda vuelve a torturarme a veces recordándome que yo, con amabilidad y sinceridad, usé mis ideas en perjuicio de otros y que acaso la herida persista.