miércoles, 23 de octubre de 2013

El colmo de los adultos

Motivos personales para que un "conservador" esté en contra de la baja de la edad de imputabilidad

Quienes me conocen personalmente saben que mi posición ideológica es un tanto controversial. Como me autodefino como anarquista-cristiano se podría decir que soy "conservador". No conservador, ni conservador, ni siquiera conservador. Así, entre comillas, "conservador", porque lo único que comparto con el conservador propiamente dicho es algunos conceptos generales y ciertas tendencias ideológicas, por lo demás prefiero analizar la situación por mi cuenta y sacar mis propias conclusiones, reservándome el derecho de cambiar las mismas cuándo y como lo considere necesario. Según voy pensando, voy siendo, y el tema del título no es una excepción. Así que soy "conservador" y estoy en contra de la baja de la edad de imputabilidad.
Las motivaciones socio-políticas para estar en contra de la baja a la edad de imputabilidad son expresadas de forma muy clara por Victoria Vaz en este artículo, así que no voy a ahondar en ese tema. Yo quiero expresar un punto de vista más personal y cortando un poco más grueso, porque mi punto de vista es que al bajar la edad de imputabilidad estamos culpando al equivocado (por no mencionar que lo considero una medida totalmente inútil), permítame el lector el explicarme.
Pensando al respecto, me encontré con varios prejuicios que van de la mano con este proyecto, los cuales se nutren de la llamada "sensación de inseguridad" que parece experimentar la sociedad. El ciudadano promedio, según se puede discernir, esta, en muchos casos, convencido de que nuestra sociedad se ha vuelto más insegura y le han proporcionado hechos y cifras para corroborarlo y afirmar su convencimiento, y como no puede ser de otra manera, la sociedad también ha elegido un chivo expiatorio: el "adolescente infractor".
Como todo chivo expiatorio, se lo caracteriza según una serie de estereotipos que representan todo aquello que la sociedad rechaza: el adolescente infractor ha de ser de barrios marginales, desertor de los estudios, sin cultura de trabajo y tendiente a abusar de substancias adictivas o seguramente adicto empederinido a las mismas. Seguramente esta descripción les recreó la imaginación con mucha facilidad, poblándola con algún rostro que habrán visto al pasar por algún barrio. Quizás hasta habrán asentido de forma incosciente al leer las características que mencioné. Les confieso que durante un buen tiempo yo supuse lo mismo, esa clase de personaje era lo que me venía a la mente cuando escuchaba la crónica policial, hasta que me sucedieron dos cosas, la primera, fue comprobar que de hecho semejante descripción tan acotada es incorrecta: los nenes limpios y bien peinados de los colegios privados son tán capaces de ser adictos, ajenos a la cultura de trabajo y capaces de crímenes violentos como el márginal más desesperado. La segunda fue trabajar con adolescentes de las dos puntas de la escala socioeconómica en el aula y noté con profunda desilusión que la raíz del problema no estaba en los adolescentes, ni en las circunstancias sociales amplias donde esta creciendo. La radicación del problema es más puntual y mucho más seria, porque el problema se encuentra en quienes lo han diagnosticado: el problema son los "adultos".
Desde mi adolescencia me han quedado muy claras las innegables ventajas de las que disfrutan los adultos en la sociedad: la sociedad adulta establece las reglas y las excepciones, define los derechos y las obligaciones, niegan y otorgan favores y oportunidades al resto de la sociedad. Ahora bien, como cualquier docente sabe o debería saber, el comportamiento que el adulto exhibe en la sociedad es el modelo que todo niño y adolescente sigue aún a niveles inconscientes. Hasta el más rebelde de los adolescentes sigue, inexorablemente, el modelo que le muestra la sociedad adulta, representada por un padre, madre o tutor legal o informal que esta presente en su vida. 
¿Y qué modelo de adulto es el predominante? ¿a qué clase de adulto la sociedad parece rendir pleitesía? miremos los anuncios, los programas televisivos, las telenovelas, las películas y demás expresiones masivas de los medios de comunicación y tendremos una respuesta que debería ser desoladora, porque el "adulto exitoso" se caracteriza por ser despilfarrador y materialista, ajeno a los compromisos personales o sociales, dedicado a la auto-satisfacción y consumidor ávido de substancias claramente adictivas. El adulto exitoso no se ata por nadie, sea este alguien progenitores, semejantes, cónyuge o hijos, pues nada puede ni debe interponerse en la búsqueda constante de satisfacción personal, lo cual pone a los derechos de los demás en segundo plano, supeditados a los propios. ¿Les suena conocido? bueno, estos adultos (o al menos individuos que intentan seguir estos parámetros consciente o inconscientemente) son quienes están "criando" (si se puede llamar crianza a eso que hacen) a los adolescentes. 
Como docente he observado las mismas características de descuido propias de esta clase de "crianza moderna" en alumnos de colegios privados y en los grupos de liceos localizados en contextos sociales críticos, y en consecuencia, la misma clase de comportamiento en los adolescentes. El adolescente imita a los adultos, quiere ser como ellos, anhela esa posición de privilegio, y el adulto le enseña con sus actos que ser adulto implica actuar como si nada importara, pasando por encima de los derechos del otro y obteniendo el objeto del deseo por la fuerza si es necesario.
No es de extrañar, pues que los adolescentes, en el intento desesperado de emular el comportamiento egoísta y hedonista de los adultos cometan toda clase de excesos. Si, estimado lector, el culpable de que los adolescentes eventualmente incurran en la criminalidad no es el adolescente "inadaptado para la vida en sociedad", sino los adultos que nunca le enseñaron apropiadamente a vivir adaptado a la sociedad, o mejor dicho que le han enseñado adecuadamente cómo llegar a los extremos más desgraciados. Y por supuesto, como el adolescente no puede determinar la reglas, las consecuencias de sus actos deben recaer sobre el, mientras los adultos se lavan alegremente las manos.
Así que la sociedad adulta, en vez de realizar la autocrítica y autocorrección correspondiente piensa sacrificar al culpable equivocado, porque admitir lo otro es admitir que su modo de vida, que la filosofía hedonista y egoísta que impera en nuestras cabezas es la responsable de lo que sucede, de que en los crímenes cometidos por menores, fuimos los adultos los que apretamos el gatillo, no en el lugar, sino al no criarlos, al no ser padres porque nos interesaba más vivir nuestras vidas "adultas".
Ustedes sabrán lo que hacen, yo, por mi parte, quiero asumir mi porción de la culpa y desde donde estoy ver que puedo hacer por mis alumnos, que, digamos la verdad, es muy poco.